Chris Hogan

Raza:
Ocupación:
Edad:

Humano
Mercenario/Sicario
28 años

Concepto

Declarado:

Christopher Hogan no es mi verdadero nombre. Pero deja de preguntar cómo me llamo porque no te lo voy a decir. Me costaría la cabeza. Estoy condenado a muerte en varias poblaciones. ¿Por qué? Me gustan las mujeres y las armas. O las armas y las mujeres. El orden no importa. Es más: lo que realmente me gusta es mezclarlas.
Soy mercenario, sicario y guardaespaldas. No tengo códigos morales, banderas ni honor. Si el más eficiente trabajador es aquel guiado por la vocación, podría decirse que matando soy el mejor. No soy del tipo de mercenarios que matan a cambio de ser pagados, sino de los que se sienten sobradamente pagados por el hecho de matar. Mis mecenas, no obstante, ignoran este dato y me siguen pagando.

Armas: Hacha, martillo, sierra, palanca metálica, cuchillo de caza, punzón…

Apariencia

2img.net_u_4211_87_58_46_avatars_12-90.jpg

  • Común y corriente   
  • Flaco   
  • Ojos azules                                                                                   
  • Pelo corto oscuro                    
  • Dientes astillados     
  • Cicatrices en muñecas por grilletes 

Personalidad

  • Arrogante
  • Impulsivo
  • Manipulador
  • Sádico
  • Pretencioso
  • Mentiroso
  • Ambicioso

Historia

Inconfesable:

Si me ves caminando por la calle, creerás que soy un hombre de bien debido a mis ropajes caros y a mi higiene esmerada. Pero es una máscara de cordura y civismo. Soy un bastardo. Nací y crecí en aldeas de mala muerte. Mi señora madre es una coneja que se dejó preñar por un Don Nadie del que no heredé oro ni apellido. Mi padrastro es un miserable e iletrado pescador. Pusilánime zopenco. ¡Ja!

Mataba ranas y gatos para divertirme. Aquel era mi mundo secreto. Un mundo en el que yo administraba vida y muerte a voluntad. Un mundo en el que dejaba de ser un bastardo para convertirme en un dios.

Abandoné tan pusilánime hogar para labrarme un porvenir. Me pagué los estudios con oro robado y comencé a diseñar mi disfraz de triunfador mientras acechaba mujeres hermosas de estrato social más alto que yo, preguntándome cómo sería poseerlas y cortarles la cabeza, aburrido ya de gatos y ranas.

Las mujeres son mi debilidad. Hubo una en particular que lo empezó todo. De larga melena oscura, alta cuna, sofisticada y altiva. Todo lo que quería para mí y Dios o los jodidos dados no me habían repartido. La codicié con todas mis fuerzas, pero ella me escupió y rechazo como la obstinada yegua de sangre pura que se niega a ayuntar con el asno. Esa potranca sigue viva en algún lugar. Pero en su honor he matado a otras tantas que se le parecen. Todas las que se han negado a pertenecerme. Llevo en el bolsillo un saquito con mechones de pelo de cada una de ellas. Mis trofeos.

Uno de estos mechones, no obstante, me fue entregado deliberadamente por su dueña. Persiguiendo mujeres que añadir a mi colección cinegética (Bueno, y también buscando trabajo), llegué a Camelot, tierra donde encontré a la más hermosa de todas ellas: Una Paladina consagrada a la Luz. Matarla sería un desafío aún mayor contra las normas, un salivazo contra el rostro bonachón del orden establecido. Esa mujer, sin embargo, no era otra princesa más de las muchas que sometí fácilmente, sino una guerrera.

Poseo un par de grilletes forjados en fuego elemental con los que eventualmente cazaré a Lauren_Baines. Mientras tanto ella se ha convertido en mi mayor aliada y mi mejor tapadera. Qué ironía. Y bueno, cualquier cazador me daría la razón al afirmar que el mayor placer de la caza está en la persecución.
¡Buena batida!


Relaciones: Lauren Baines